Para educar con calidad - Columna de calidad
Posted by Blogger on 7:10 PM
La educación es un camino para salvar al mundo de la
llegada de las nuevas generaciones. Así lo mostró Hannah Arendt
cuando escribió: "El niño requiere una protección y un cuidado
especial para que el mundo no lo dañe. Pero también el mundo
necesita protección para que no sea avasallado y destruido por la
agresividad de lo nuevo que lo ataca en cada nueva
generación."
Los clamores por calidad en la educación chilena deben tener en cuenta esta realidad: que el niño y el joven son unos pequeños salvajes, mezcla de ideales y "peorales", a los que otros semi-bárbaros que ya hemos recibido parte de la civilización, sus padres y profesores, tratamos de domesticar por medio de los vínculos, tal como se lo sugería el zorro al Principito.
En los jóvenes todo se mezcla, los problemas y los ideales: El amor y las drogas, la violencia y la familia, las pandillas y la música, la fe y la falta de fe, la dependencia tecnológica y el consumismo, el servicio y la Patria, la aventura y la soledad, el dominio de los otros, el futuro y la bebida. Todo lo mejor y todo lo peor.
¿Qué es lo que hay que hacer para educarlos con calidad?
Primero, ayudarles a plantearse las preguntas fundamentales, de la mano de Frank O'Malley, de Notre Dame: ¿Qué es el trabajo -y qué es el trabajo intelectual- mirado en el conjunto de las interrelaciones de la vida? ¿Qué es el aprendizaje? ¿Qué es la sabiduría? ¿Qué son el orden y la disciplina? ¿Qué son la autoridad y la obediencia? ¿Qué son el amor y la amistad? ¿Quién es la persona humana? ¿Existe una escala de bienes? ¿Cuáles cosas no importan en absoluto? ¿Cuáles son los últimos fines de la vida? ¿Y cuáles los medios para conseguirlos?"
Y también, que se formulen las interrogantes que se planteaba C. S. Lewis en Oxford: ¿Cómo superar la excitación, el primer enemigo? ¿Cómo superar la frustración, el segundo enemigoŠ? ¿Cómo superar el miedo, el tercer enemigo?
Para que busquen las respuestas de nuestras manos, los materiales fundamentales son los clásicos.
Ortega y Gasset decía que "cuanto vale algo sobre la tierra ha sido hecho por unos pocos hombres selectos, a pesar del gran público, en brava lucha contra la estulticia y el rencor de las muchedumbres." E Italo Calvino agregaba: "Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo."
"Si me preguntaran qué hay que hacer en la educación en Chile -afirmaba el profesor Jorge Eduardo Rivera- diría: desde primer año de básica hasta la universidad, una clase de lectura. Primero aprender a leer. Es fundamental. Se lee muy mal. (Š) Eso habría que hacerlo en todos los años, todos los días. Así se comienza a pensar."
Y agregaba Ángel Gabilondo, rector de la Autónoma de Madrid: "Aprender a leer es aprender a elegir, a discernir, a preferir. Aprender a escribir es aprender a inscribirse, a insertarse, a componer. (Š) Leer y escribir son decisivos para el cultivo, para la cultura, son formas del pensar. Educar es aprender a pensar, hablar, leer y escribir."
¿Y quién puede hacer esto?
Los profesores son la clave. Mitad liturgo y mitad actor, son los llamados a mostrar que "lo esencial es invisible para los ojos."
No se pida menos si se pide calidad.
Los clamores por calidad en la educación chilena deben tener en cuenta esta realidad: que el niño y el joven son unos pequeños salvajes, mezcla de ideales y "peorales", a los que otros semi-bárbaros que ya hemos recibido parte de la civilización, sus padres y profesores, tratamos de domesticar por medio de los vínculos, tal como se lo sugería el zorro al Principito.
En los jóvenes todo se mezcla, los problemas y los ideales: El amor y las drogas, la violencia y la familia, las pandillas y la música, la fe y la falta de fe, la dependencia tecnológica y el consumismo, el servicio y la Patria, la aventura y la soledad, el dominio de los otros, el futuro y la bebida. Todo lo mejor y todo lo peor.
¿Qué es lo que hay que hacer para educarlos con calidad?
Primero, ayudarles a plantearse las preguntas fundamentales, de la mano de Frank O'Malley, de Notre Dame: ¿Qué es el trabajo -y qué es el trabajo intelectual- mirado en el conjunto de las interrelaciones de la vida? ¿Qué es el aprendizaje? ¿Qué es la sabiduría? ¿Qué son el orden y la disciplina? ¿Qué son la autoridad y la obediencia? ¿Qué son el amor y la amistad? ¿Quién es la persona humana? ¿Existe una escala de bienes? ¿Cuáles cosas no importan en absoluto? ¿Cuáles son los últimos fines de la vida? ¿Y cuáles los medios para conseguirlos?"
Y también, que se formulen las interrogantes que se planteaba C. S. Lewis en Oxford: ¿Cómo superar la excitación, el primer enemigo? ¿Cómo superar la frustración, el segundo enemigoŠ? ¿Cómo superar el miedo, el tercer enemigo?
Para que busquen las respuestas de nuestras manos, los materiales fundamentales son los clásicos.
Ortega y Gasset decía que "cuanto vale algo sobre la tierra ha sido hecho por unos pocos hombres selectos, a pesar del gran público, en brava lucha contra la estulticia y el rencor de las muchedumbres." E Italo Calvino agregaba: "Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo."
"Si me preguntaran qué hay que hacer en la educación en Chile -afirmaba el profesor Jorge Eduardo Rivera- diría: desde primer año de básica hasta la universidad, una clase de lectura. Primero aprender a leer. Es fundamental. Se lee muy mal. (Š) Eso habría que hacerlo en todos los años, todos los días. Así se comienza a pensar."
Y agregaba Ángel Gabilondo, rector de la Autónoma de Madrid: "Aprender a leer es aprender a elegir, a discernir, a preferir. Aprender a escribir es aprender a inscribirse, a insertarse, a componer. (Š) Leer y escribir son decisivos para el cultivo, para la cultura, son formas del pensar. Educar es aprender a pensar, hablar, leer y escribir."
¿Y quién puede hacer esto?
Los profesores son la clave. Mitad liturgo y mitad actor, son los llamados a mostrar que "lo esencial es invisible para los ojos."
No se pida menos si se pide calidad.
Gonzalo Rojas Sánchez