Para que no aborten
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Ayer, en un seminario de Un techo para Chile, se nos preguntaba: ¿Cuáles son en el país los sueños abortados?
Ciertamente son distintos los sueños desde la izquierda que los que tenemos los conservadores.
Para la izquierda: un país en que puedan conjugarse la igualdad con la diversidad. Suena bien, pero es un sueño abortado porque ambos objetivos se han puesto donde no se debe.
La igualdad, ya que el énfasis de la izquierda está en lo redistributivo en materias económicas y en la nivelación por abajo, en materias educativas.
La diversidad, porque el énfasis de la izquierda está en la llamada agenda valórica, es decir en que cada uno pueda hacer en casi todo (¿porqué no en todo?) lo que le parezca conveniente. Esa agenda ha triunfado en algunas materias (divorcio, condón) pero está sumamente retrasada en otras: (homosexualidad, etnias, aborto, eutanasia, marihuana).
Y aborta porque, por una parte, encuentra decididas y fuertes resistencias y, por otra, porque produce serios deterioros en la persona humana.
A su vez, para nosotros, conservadores, los sueños abortados tienen que ver con la pérdida de grandes bienes que habríamos querido conservar y mejorar: Unidad familiar, liderazgos desinteresados, natalidad generosa, sexualidad ordenada, castellano pulcro, espíritu emprendedor, trato no violento, seguridad ciudadana, femineidad.
Es decir, la dignidad humana en todas sus dimensiones. Y vemos, especialmente a quienes nos toca educar, con cuántas carencias se presentan hoy las nuevas generaciones en varias o muchas de esas materias. Y lo difícil que es recuperarlos; es lo típico de un aborto: deja una huella indeleble.
También nos preguntaron: ¿Se ve algún cambio de actitud de parte de los políticos en la forma de hacer validar los sueños del país?
Parece que sí, que hay una generación que marca presencia de modo diferente: José Antonio Kast y Felipe Ward en la UDI; Manuel José Ossandón y Nicolás Monckeberg en Renovación; Claudio Orrego y Jorge Sabaj en la DC.
Se enfrentan a sus propios líderes partidarios; escogen lugares complicados (Calama, Puente Alto Cerro Navia, Peñalolén) o temas de alto riesgo (píldora). Y, además, tienen un sentido estético y amable de la política.
Pero también podrían abortar sus sueños si siguen pasando dos cosas: Que los egoístas y los corruptos se queden en el sistema y que cada vez que los jóvenes líderes se propongan los más altos ideales, algunas voces salgan a decir que eso es imposible, que esos políticos piden demasiado, que la juventud chilena no puede dar tanto.
Ciertamente son distintos los sueños desde la izquierda que los que tenemos los conservadores.
Para la izquierda: un país en que puedan conjugarse la igualdad con la diversidad. Suena bien, pero es un sueño abortado porque ambos objetivos se han puesto donde no se debe.
La igualdad, ya que el énfasis de la izquierda está en lo redistributivo en materias económicas y en la nivelación por abajo, en materias educativas.
La diversidad, porque el énfasis de la izquierda está en la llamada agenda valórica, es decir en que cada uno pueda hacer en casi todo (¿porqué no en todo?) lo que le parezca conveniente. Esa agenda ha triunfado en algunas materias (divorcio, condón) pero está sumamente retrasada en otras: (homosexualidad, etnias, aborto, eutanasia, marihuana).
Y aborta porque, por una parte, encuentra decididas y fuertes resistencias y, por otra, porque produce serios deterioros en la persona humana.
A su vez, para nosotros, conservadores, los sueños abortados tienen que ver con la pérdida de grandes bienes que habríamos querido conservar y mejorar: Unidad familiar, liderazgos desinteresados, natalidad generosa, sexualidad ordenada, castellano pulcro, espíritu emprendedor, trato no violento, seguridad ciudadana, femineidad.
Es decir, la dignidad humana en todas sus dimensiones. Y vemos, especialmente a quienes nos toca educar, con cuántas carencias se presentan hoy las nuevas generaciones en varias o muchas de esas materias. Y lo difícil que es recuperarlos; es lo típico de un aborto: deja una huella indeleble.
También nos preguntaron: ¿Se ve algún cambio de actitud de parte de los políticos en la forma de hacer validar los sueños del país?
Parece que sí, que hay una generación que marca presencia de modo diferente: José Antonio Kast y Felipe Ward en la UDI; Manuel José Ossandón y Nicolás Monckeberg en Renovación; Claudio Orrego y Jorge Sabaj en la DC.
Se enfrentan a sus propios líderes partidarios; escogen lugares complicados (Calama, Puente Alto Cerro Navia, Peñalolén) o temas de alto riesgo (píldora). Y, además, tienen un sentido estético y amable de la política.
Pero también podrían abortar sus sueños si siguen pasando dos cosas: Que los egoístas y los corruptos se queden en el sistema y que cada vez que los jóvenes líderes se propongan los más altos ideales, algunas voces salgan a decir que eso es imposible, que esos políticos piden demasiado, que la juventud chilena no puede dar tanto.
Categories: Aborto
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