El olvidado de hoy
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En su columna dominical sobre el 5 de octubre de 1988 y la transición a la democracia plena, Sebastián Piñera dejó fuera de toda mención a Augusto Pinochet Ugarte. No existió.
¿Porqué ese silencio? Hay tres posibilidades.
Quizás Sebastián Piñera no ha leído nada sobre los acontecimientos, ni recuerda cosa alguna de ellos con su memoria, excepto su animada celebración con la gente del No.
Talvez Sebastián Piñera piensa que el Presidente Pinochet efectivamente estuvo ausente de esa transición, que Chacarillas no lo comprometió, que el plebiscito no lo implicó, que la entrega de la banda en marzo del 90 no lo tuvo como actor consciente. O sea, Piñera quizás cree que todo eso Pinochet lo hizo empujado por unas fuerzas ciegas y contrarias a su voluntad.
Puede ser también que Sebastián Piñera conozca perfectamente el decisivo papel jugado por Pinochet para consolidar la democracia, la humilde aceptación de su derrota y la efectiva colaboración para que la elección presidencial y el cambio de mando se hicieran exactamente de acuerdo a como él mismo había colaborado a diseñar. Puede que Piñera entienda, en su fuero íntimo, que el Presidente Pinochet fue un estadista de altura, pero crea hoy que la sola mención de su nombre lo hace perder votos de centro.
Sea cual sea la explicación por la que omitió su nombre, ninguna de las tres enaltece a un eventual futuro presidente de Chile.
¿Porqué ese silencio? Hay tres posibilidades.
Quizás Sebastián Piñera no ha leído nada sobre los acontecimientos, ni recuerda cosa alguna de ellos con su memoria, excepto su animada celebración con la gente del No.
Talvez Sebastián Piñera piensa que el Presidente Pinochet efectivamente estuvo ausente de esa transición, que Chacarillas no lo comprometió, que el plebiscito no lo implicó, que la entrega de la banda en marzo del 90 no lo tuvo como actor consciente. O sea, Piñera quizás cree que todo eso Pinochet lo hizo empujado por unas fuerzas ciegas y contrarias a su voluntad.
Puede ser también que Sebastián Piñera conozca perfectamente el decisivo papel jugado por Pinochet para consolidar la democracia, la humilde aceptación de su derrota y la efectiva colaboración para que la elección presidencial y el cambio de mando se hicieran exactamente de acuerdo a como él mismo había colaborado a diseñar. Puede que Piñera entienda, en su fuero íntimo, que el Presidente Pinochet fue un estadista de altura, pero crea hoy que la sola mención de su nombre lo hace perder votos de centro.
Sea cual sea la explicación por la que omitió su nombre, ninguna de las tres enaltece a un eventual futuro presidente de Chile.
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