Nuestros muertos

Posted by Blogger on 9:33 AM
Una de las demostraciones más claras de humanidad es nuestro vínculo con los muertos. Paradojal pero rotundo: al considerar la muerte, recordamos y reforzamos el sentido de la vida.
Se acerca el 1º de noviembre, día en que millones de chilenos estarán junto a las tumbas de los fallecidos (aunque en realidad sea el día 2, el dedicado a ellos).
¿Simple rito social? No, más bien profundo vínculo con la realidad auténtica, la realidad de una Vida después de la vida.
No sabemos los vivos cómo ni dónde viven los muertos. A los que llamamos santos les timbramos su felicidad eterna en Dios; para los que tenemos dudas, invocamos una pronta transición hacia esa plenitud; y cuando de Stalin o de Hitler se trata (también del patán aquél, que de modo anónimo pero pertinaz liquidó su vida y la de varios a su lado) nos preguntamos si habrá habido un arrepentimiento final merecedor de una misericordia divina más fuerte que la justicia del mismo Dios.
Viven, los muertos viven, aunque ciertamente entre ellos no comparten la misma suerte.
Por eso vamos a verlos a sus moradas terrenales. Para darles las gracias por sus vidas plenas, para pedir por sus prontas consolidaciones eternas o para invocar misericordias que sospechamos son bien lejanas.
¿Y los ateos, para qué van a los cementerios? No, los ateos no van. O, más bien, cuando del 1º de noviembre se trata, en tantos se acaba el ateísmo. Porque desde las tumbas hay unas manos que se estiran, unos recuerdos que claman por ayuda, unas fuerzas misteriosas que atraen a los parientes y amigos. Por eso los ateos también van a los cementerios, abandonan por unas horas sus tristes no-convicciones, y creen.
Hasta los comunistas lo reconocen cuando escriben en las márgenes del Mapocho un entusiasta "Neruda vive."
Por un día, todos somos hombres y mujeres de fe.
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