Aquella primera ENU - Columna sobre la UP-5
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La opresión de los estómagos estaba también programada para los cerebros.
Fue en los primeros días de abril de 1973 que quedó al descubierto el proyecto de "control de las conciencias" -así lo llamó la FEUC de Javier Leturia- que estaba impulsando la UP. A pesar de que la Contraloría ya había rechazado el primer decreto de "Democratización de la Enseñanza" por vicios de inconstitucionalidad e ilegalidad, el ejecutivo insistió en la ENU.
Fundamentado en las prácticas de la República Democrática Alemana -en varios aspectos, el socialismo más duro de todo el bloque soviético- el proyecto había sido publicado en febrero en la Revista de Educación del ministerio y bajo la firma del superintendente Iván Núñez. El funcionario afirmaba que el Primer Congreso Nacional de Educación había manifestado una voluntad unánime sobre "la necesidad de construir la Escuela Nacional Unificada", por lo que el ministerio se sentía obligado a cumplir con un mandato de la comunidad e iniciaba su proceso de desarrollo. (Por cierto, el citado Primer Congreso había sido pura y simplemente una reunión de partidarios de la ENU que en nada podía obligar al Gobierno). Días después, el 25 de marzo, el ministro Jorge Tapia dio a conocer con detalle la ENU por cadena de medios, afirmando que "liga a la educación con la realidad nacional y con el proceso de cambios profundos que experimenta el país."
La evidencia de que se buscaba el control de las conciencias quedaba expresada en el título mismo del proyecto: "Un sistema nacional para la educación permanente en una sociedad de transición hacia el socialismo." Elaborado para "resolver en forma positiva la profunda crisis estructural de la educación", el plan se fundaba en nueve contradicciones, a partir de las cuales -en perfecta consonancia con la dialéctica que opone contrarios- la ENU se planteaba como solución. Una de esas contradicciones era "la poderosa lucha que libra el pueblo para hacer de Chile una sociedad efectivamente democrática en que el poder lo ejerzan las grandes mayorías y un sistema educacional diseñado para reproducir la sociedad de clases y su consiguiente sistema de dominación de las mayorías por las minorías y de explotación del hombre por el hombre."
El primer objetivo declarado por el proyecto consistía en "elevar la capacidad de organización en función de los grandes objetivos y tareas del proceso de cambios revolucionario yŠ favorecer una real participación de las mayorías en la construcción de la nueva sociedad, haciendo de cada chileno un agente innovador y promotor de cambios sociales." Para eso, "la educación particular reconocida por el EstadoŠ deberá adoptar los contenidos y estructura curricular de la ENU", sobre la que el proyecto se explayaba bajando a detalles de personal y control político. Se trataba de "moldear nuevas generaciones de chilenos": el hombre nuevo a la vista.
Las reacciones fueron enérgicas. Patricio Aylwin afirmó que la ENU estaba "manifiestamente destinada a servir de instrumento al objetivo político-partidista de concientizar a los niños y jóvenes chilenos dentro del ideario marxista-leninista" y la Conferencia episcopal declaró: "Nos oponemos al fondo del proyecto por su contenido, que no respeta valores humanos y cristianos fundamentales."
El 13 de abril, Tapia anunció que la reforma sería enviada al Congreso, que no se la implementaría por la vía del simple decreto que el día anterior ya había sido publicado, después que Contraloría lo aprobara, aunque con objeciones.
Las protestas de las Fuerzas Armadas (150 oficiales de las tres ramas le habían reprochado a Tapia el proyecto, a viva voz y en el ministerio) de la Iglesia Católica, de los universitarios y de la FESES (organismo de los secundarios en el que el dirigente Camilo Escalona manifestó su apoyo a la ENU, porque "constituye un gran paso adelante en la democratización de la enseñanza") habían frenado una de las más siniestras políticas de la UP. Por eso, Javier Leturia, presidente de la FEUC, concluyó: "Chile se ha puesto de pie para rechazar una iniciativa que pretende establecer la uniformidad y el control político de las mentes de los chilenos."
Gonzalo Rojas Sánchez
Fue en los primeros días de abril de 1973 que quedó al descubierto el proyecto de "control de las conciencias" -así lo llamó la FEUC de Javier Leturia- que estaba impulsando la UP. A pesar de que la Contraloría ya había rechazado el primer decreto de "Democratización de la Enseñanza" por vicios de inconstitucionalidad e ilegalidad, el ejecutivo insistió en la ENU.
Fundamentado en las prácticas de la República Democrática Alemana -en varios aspectos, el socialismo más duro de todo el bloque soviético- el proyecto había sido publicado en febrero en la Revista de Educación del ministerio y bajo la firma del superintendente Iván Núñez. El funcionario afirmaba que el Primer Congreso Nacional de Educación había manifestado una voluntad unánime sobre "la necesidad de construir la Escuela Nacional Unificada", por lo que el ministerio se sentía obligado a cumplir con un mandato de la comunidad e iniciaba su proceso de desarrollo. (Por cierto, el citado Primer Congreso había sido pura y simplemente una reunión de partidarios de la ENU que en nada podía obligar al Gobierno). Días después, el 25 de marzo, el ministro Jorge Tapia dio a conocer con detalle la ENU por cadena de medios, afirmando que "liga a la educación con la realidad nacional y con el proceso de cambios profundos que experimenta el país."
La evidencia de que se buscaba el control de las conciencias quedaba expresada en el título mismo del proyecto: "Un sistema nacional para la educación permanente en una sociedad de transición hacia el socialismo." Elaborado para "resolver en forma positiva la profunda crisis estructural de la educación", el plan se fundaba en nueve contradicciones, a partir de las cuales -en perfecta consonancia con la dialéctica que opone contrarios- la ENU se planteaba como solución. Una de esas contradicciones era "la poderosa lucha que libra el pueblo para hacer de Chile una sociedad efectivamente democrática en que el poder lo ejerzan las grandes mayorías y un sistema educacional diseñado para reproducir la sociedad de clases y su consiguiente sistema de dominación de las mayorías por las minorías y de explotación del hombre por el hombre."
El primer objetivo declarado por el proyecto consistía en "elevar la capacidad de organización en función de los grandes objetivos y tareas del proceso de cambios revolucionario yŠ favorecer una real participación de las mayorías en la construcción de la nueva sociedad, haciendo de cada chileno un agente innovador y promotor de cambios sociales." Para eso, "la educación particular reconocida por el EstadoŠ deberá adoptar los contenidos y estructura curricular de la ENU", sobre la que el proyecto se explayaba bajando a detalles de personal y control político. Se trataba de "moldear nuevas generaciones de chilenos": el hombre nuevo a la vista.
Las reacciones fueron enérgicas. Patricio Aylwin afirmó que la ENU estaba "manifiestamente destinada a servir de instrumento al objetivo político-partidista de concientizar a los niños y jóvenes chilenos dentro del ideario marxista-leninista" y la Conferencia episcopal declaró: "Nos oponemos al fondo del proyecto por su contenido, que no respeta valores humanos y cristianos fundamentales."
El 13 de abril, Tapia anunció que la reforma sería enviada al Congreso, que no se la implementaría por la vía del simple decreto que el día anterior ya había sido publicado, después que Contraloría lo aprobara, aunque con objeciones.
Las protestas de las Fuerzas Armadas (150 oficiales de las tres ramas le habían reprochado a Tapia el proyecto, a viva voz y en el ministerio) de la Iglesia Católica, de los universitarios y de la FESES (organismo de los secundarios en el que el dirigente Camilo Escalona manifestó su apoyo a la ENU, porque "constituye un gran paso adelante en la democratización de la enseñanza") habían frenado una de las más siniestras políticas de la UP. Por eso, Javier Leturia, presidente de la FEUC, concluyó: "Chile se ha puesto de pie para rechazar una iniciativa que pretende establecer la uniformidad y el control político de las mentes de los chilenos."
Gonzalo Rojas Sánchez
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