La última oportunidad - Columna generacional

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   La generación a la que pertenezco, esa que nació desde finales de los 40 hasta mediados de los 50 y que fue marcada por el final de los 60 y los comienzos de los 70, tiene que hacer su último esfuerzo.
       Las energías físicas y mentales van ya en franca declinación, pero lo sesentones estamos en la privilegiada posición de contar con tres elementos únicos:
       En primer lugar, la experiencia vinculante de la UP, del Gobierno Militar y de la nueva democracia que nos entregó el Presidente Pinochet: 45 años que comenzaron cuando estábamos exactamente despertando a la conciencia pública.
     A continuación, la excelente formación que recibimos de nuestras familias, colegios y universidades. Los idiotas de la generación de Eyzaguirre han resultado ser muy capaces, justamente porque fueron bien educados, aunque alguno dé ahora señales de mala educación.
        Y en tercer lugar, hay unos buenos recursos económicos acumulados como para apoyar iniciativas y sostener proyectos de bien. Muchos han puesto esos legítimos frutos, sí el lucro, al servicio de sus ideas e ideales.
  Pero eso está a punto de terminarse. Dentro de nada el aburguesamiento o el cansancio lograrán sacar de escena a los futuros setentones. Ciertamente unos pocos sobrevivirán y llegarán a los 80 o a los 90 años de edad aún vitales, frescos, lozanos. Pero serán las mínimas excepciones.
     Ahora, de aquí al 2020, es la última oportunidad generacional. Y más allá de ministros o presidentes de partidos, de rectores o gerentes generales, la inmensa mayoría de nosotros   -personas de capacidades medias o altas, pero sin mayor figuración-   estamos llamados a estrujar las últimas fuerzas al servicio de Chile. En el patriotismo fuimos formados, al patriotismo nos debemos.
Sí, ahora, en este momento de gravísima amenaza al corazón nacional. Pasó Australia y ganamos; pasó España y ganamos; vendrán Holanda y quién sabe quién más, y quizás ganemos.
Pero a Chile lo estamos derrotando desde dentro nosotros mismos, con socialismo del duro, y con su cómplice, la apatía de los buenones.

Gonzalo Rojas Sánchez