¿Existe ese político?
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¿Qué se le podría (o debiera) pedir a ese político chileno cuya presencia plena deseamos con tanta ansiedad, para que sea él quien supere le mediocridad en la que se mueven tantos otros?
Vaclav Havel, el coloso que ejerciera sucesivamente, las presidencias de la República de Checoeslovaquia y de la República Checa, entre 1989 y 2003, ha develado las claves más profundas de su propia actuación, aquellas que son al mismo tiempo un atractivo imán y un listón a superar para ese político chileno que todos sabemos que tiene que cuajar.
De la lectura de decenas, quizás de cientos de textos de Havel, se puede concluir este decálogo:
Desconfiar profundamente de las propias capacidades y reconocerlo en público; autoexigirse permanentemente, rectificando toda conducta inadecuada, de acuerdo a los dictámenes de la propia conciencia y de la ley de Dios; colocar siempre la política, cada acto cívico, en su contexto y exigencias morales; explicar toda actuación personal con pedagogía paciente; defender la verdad, siempre la verdad, y reconocer los propios errores, porque es una parte decisiva de la verdad; cultivar el buen gusto y el sentido estético de toda la actuación pública; reafirmar que se está en la vida política para servir, incluso por encima o contra los gustos personales; destacar los límites que no se está dispuesto a traspasar en virtud de una supuesta libertad; rechazar profundamente todo totalitarismo y, en especial, el materialismo marxista; incentivar al máximo las capacidades de cada persona, por encima de las burocracias estatales y del propio poder político.
Se busca, wanted (ya existe, por cierto) el político chileno que encarne este decálogo en plenitud.
¿Lo conoce?
Vaclav Havel, el coloso que ejerciera sucesivamente, las presidencias de la República de Checoeslovaquia y de la República Checa, entre 1989 y 2003, ha develado las claves más profundas de su propia actuación, aquellas que son al mismo tiempo un atractivo imán y un listón a superar para ese político chileno que todos sabemos que tiene que cuajar.
De la lectura de decenas, quizás de cientos de textos de Havel, se puede concluir este decálogo:
Desconfiar profundamente de las propias capacidades y reconocerlo en público; autoexigirse permanentemente, rectificando toda conducta inadecuada, de acuerdo a los dictámenes de la propia conciencia y de la ley de Dios; colocar siempre la política, cada acto cívico, en su contexto y exigencias morales; explicar toda actuación personal con pedagogía paciente; defender la verdad, siempre la verdad, y reconocer los propios errores, porque es una parte decisiva de la verdad; cultivar el buen gusto y el sentido estético de toda la actuación pública; reafirmar que se está en la vida política para servir, incluso por encima o contra los gustos personales; destacar los límites que no se está dispuesto a traspasar en virtud de una supuesta libertad; rechazar profundamente todo totalitarismo y, en especial, el materialismo marxista; incentivar al máximo las capacidades de cada persona, por encima de las burocracias estatales y del propio poder político.
Se busca, wanted (ya existe, por cierto) el político chileno que encarne este decálogo en plenitud.
¿Lo conoce?
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