Conocimiento por el Trabajo.
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Si la Sabiduría es el modo de articular Identidad con Enseñanza, con Tradición y con Patrimonio, decíamos que, como actitud vital diaria, se expresa culturalmente en la proporción, en la armonía y en el equilibrio; en el juicio y en el consejo.
Pero todas esas magníficas cualidades de la cultura humana no se traen ya completas en el ADN, ni se reciben totalmente por gracia. Hay que saber desarrollarlas por la paciente tarea de Investigación y vincularlas dentro de ese depósito llamado Conocimiento.
Por la Investigación cada persona -no sólo los científicos- está llamada a plasmar sus ansias de infinito a través de lo finito. Si cada ser humano es, en palabras de Thibon, al mismo tiempo víctima del cambio y de la eternidad, ¿dónde puede intentar una superación más consoladora de esas dos limitantes sino en la búsqueda apasionada de lo ignorado, tanto de lo temporal como de lo eterno? Ese querer saber más es culturalmente decisivo para librarnos de los límites de lo espacial y de lo temporal, mientras acogemos humildemente la llamada de lo eterno.
Así se conforma el verdadero Conocimiento humano. Verdadero, porque sólo incorpora armónicamente la Verdad; verdadero, porque ha implicado un auténtico Trabajo para superar la ignorancia, desde el que realiza el niño que se mira las manos como objeto de atención, hasta el que desarrolla el anciano al contemplar a ese mismo niño para ayudarlo a crecer.
Desde la plataforma de la Investigación y del Conocimiento, el Trabajo humano se articulará en dimensiones tan distintas como el Arte -esas huellas de Dios sobre la tierra, se ha dicho- y las Tecnologías, aquellas bisagras desechables que permiten alcanzar objetivos superiores.
Pero todas esas magníficas cualidades de la cultura humana no se traen ya completas en el ADN, ni se reciben totalmente por gracia. Hay que saber desarrollarlas por la paciente tarea de Investigación y vincularlas dentro de ese depósito llamado Conocimiento.
Por la Investigación cada persona -no sólo los científicos- está llamada a plasmar sus ansias de infinito a través de lo finito. Si cada ser humano es, en palabras de Thibon, al mismo tiempo víctima del cambio y de la eternidad, ¿dónde puede intentar una superación más consoladora de esas dos limitantes sino en la búsqueda apasionada de lo ignorado, tanto de lo temporal como de lo eterno? Ese querer saber más es culturalmente decisivo para librarnos de los límites de lo espacial y de lo temporal, mientras acogemos humildemente la llamada de lo eterno.
Así se conforma el verdadero Conocimiento humano. Verdadero, porque sólo incorpora armónicamente la Verdad; verdadero, porque ha implicado un auténtico Trabajo para superar la ignorancia, desde el que realiza el niño que se mira las manos como objeto de atención, hasta el que desarrolla el anciano al contemplar a ese mismo niño para ayudarlo a crecer.
Desde la plataforma de la Investigación y del Conocimiento, el Trabajo humano se articulará en dimensiones tan distintas como el Arte -esas huellas de Dios sobre la tierra, se ha dicho- y las Tecnologías, aquellas bisagras desechables que permiten alcanzar objetivos superiores.
El Arte será entonces muchos más develar que crear; y las Tecnologías, siempre medios y nunca fines.
Pero todo implicará siempre Trabajo, mucho Trabajo. La clave de la cuestión social, afirmaba Juan Pablo II. Otra clave de la cultura humana.
Gonzalo Rojas Sánchez