Por qué esperan a Bachelet
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Miércoles 20 de Abril de 2011
La
Concertación vivirá los próximos dos años a la espera de su hada
madrina. Mientras ella no se defina, mientras no dé el sí de las niñas,
todos los restantes liderazgos corresponderán -a lo más- al trabajo de
unos dignos teloneros.
Pero
¿por qué el conglomerado opositor es incapaz de imaginarse bajo otra
candidatura que no sea la de Michèlle Bachelet? Porque quiere ganar la
próxima elección presidencial. Punto.
Durante
dos décadas, las izquierdas chilenas agrupadas en la Concertación
hicieron sistemático énfasis en la incapacidad de la centroderecha para
generar un programa convincente que lograse vencer en las urnas. Le
achacaron a sus rivales -entonces opositores- el afán por buscar siempre
un candidato-mesías, a falta de unas ideas-eficaces.
Pero
el defecto estaba en la propia casa, más que en la ajena. Agotado el
proyecto concertacionista después del mediático impulso final de Lagos,
reinó a continuación en Chile una imagen femenina que sembró afectos y
sensaciones, mientras esa misma Presidenta era efectivamente alejada del
gobierno cotidiano.
Ricardo tenía gestos de rey, pero gobernó; Michèlle tenía despliegue de Presidenta, pero sólo reinó.
Por
eso se fue con altísima aprobación y la conserva hoy en todas las
encuestas. En esos sondeos se dice, además, que tiene mucho futuro.
Entonces, ayuna de convicciones y desgarrada por sus conflictos
internos, la Concertación se aferra a ese clavo ardiente, a esa magia
estadística, a esa reina en el exilio.
Por
su parte, a la Coalición le va a resultar muy difícil enfrentarse a esa
imagen mítica y a la realidad de una presencia planetaria ampliamente
difundida. Convencer a los chilenos de que no necesitan una monarquía
constitucional a cargo de Michèlle Bachelet va a complicar mucho al
actual gobierno en su afán de continuidad.
La
Concertación lo sabe y se prepara para desplegar toda la sapiencia
comunicacional que la ha caracterizado. El cronograma ya está, las
agencias diseñan hace tiempo ideas-fuerza y atractivos logos, los
fotógrafos sabrán sacarle el máximo de partido a la varita mágica de
esas sonrisas y de esas bromas, de esas femeninas intuiciones y
sensaciones.
El
trabajo analítico corresponde, entonces, a los partidarios de Piñera, a
los promotores de Lavín o de Golborne, de Allamand o de Longueira... o
de quizás quién.
Si
de su parte no hay una larga y sistemática tarea de preparación
retrospectiva sobre el anterior gobierno Bachelet, la elección
presidencial en que ella se enfrente con alguno de los gobiernistas será
una derrota clamorosa para el aliancismo: 60-40.
¿Destrucción
de imagen de la ex Presidenta? No, por ningún motivo. Cualquier campaña
dura o agresiva -además de ser injusta- sólo reforzaría la etérea
dulzura de la dirigenta socialista y elevaría su aura aún más en el
Olimpo.
La
estrategia parece ser otra, y debe ser tan respetuosa de su persona
como de la verdad. Quizás deberá consistir en mostrar la imposibilidad
que tiene la ex Mandataria de gobernar efectivamente a Chile.
Si
no pudo hacerlo una vez -y hay que saber concretar cómo fue alejándose
de la toma de decisiones en la segunda etapa de su período-, ¿cómo
lograría hacerlo en el futuro, cuando sus partidarios conocen ya tan
bien su debilidad? ¿Qué puede ofrecerles Michèlle Bachelet a los
chilenos que no haya prometido antes, sin lograrlo? ¿Por qué, alejada
del país -sin compromiso con sus gentes durante años-, podría tener la
capacidad de conducirlos hacia una vida mejor? ¿Quién garantiza que en
un segundo período no volverá a ser una figura sólo simbólica, tras la
cual se oculte de nuevo una Concertación rapaz y aún más extremista?
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