De crisis en crisis
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En los últimos días de marzo, Allende se enfrentó con una doble crisis.
El 27 aceptó la renuncia de los tres uniformados que integraban el gabinete, para reemplazarlos por civiles de los partidos de la UP. Probablemente bajo fuerte presión del sector más duro del PS, el presidente sacó a Prats, Sepúlveda y Huerta, por lo que el nuevo ministerio quedó integrado por cuatro socialistas (todos de la facción menos violentista) tres comunistas, tres radicales, dos independientes, más un representante del fracturado MAPU, otro de la API y un tercero de la IC. Sin duda, también las propias Fuerzas Armadas se habían sentido muy incómodas con la presencia de esos tres oficiales en tareas políticas, sobre todo porque el petitorio privado que los ministros uniformados habían hecho al presidente para que, una vez satisfecho, pudiesen continuar en sus cargos, no había sido aceptado por Allende.
La que parecía una simple renovación de colaboradores, terminó siendo la ocasión para que el mandatario reconociera que las Fuerzas Armadas -a pesar de abandonar el gabinete- seguirían cumpliendo un papel importante en los esfuerzos del gobierno por aliviar la crisis económica.
¿A qué situación se refería Allende?
A la integralidad del caos financiero, productivo, comercializador y distributivo, que había provocado su propio gobierno. Aunque la situación afectaba a todos los sectores de la actividad nacional, era especialmente visible en la producción industrial y agrícola, en las actividades portuarias, en el transporte y en la distribución de alimentos.
Poco antes de tomarles juramento, el Presidente habló de "las horas difíciles" en las que habría que "superar serias dificultades económicas".
La inflación era ya uno de los principales problemas. El año 1972 había terminado con un 143%, record mundial; las industrias estatizadas habían dejado 50 mil millones de escudos en pérdidas y la cosecha de trigo había alcanzado sólo al 25% del año 1971. Un tercio del presupuesto para 1973 se destinaría sólo a importar alimentos básicos. Por eso, el 10 de enero el ministro Flores había anunciado que llegaba a Chile el racionamiento, lo que aconsejaba crear la Secretaría Nacional de Distribución y Comercialización, que asumiría por completo esas tareas respecto de los bienes de consumo esencial. Junto a ella, funcionarían los Comités de Vigilancia y las Juntas de Abastecimiento y Precios, para fiscalizar que las familias recibieran bienes según sus necesidades reales. Hay que combatir "esa sicosis de la gente de querer comprar más de lo que va a consumir", afirmaba el general Alberto Bachelet, a cargo de la Secretaría Nacional. De Moscú y La Habana, con cariño.
Con su habitual demagogia, Allende llamó el día del juramento del nuevo gabinete a los "sectores democráticos de la oposición" a entender que "la flexibilidad es necesaria para aceptar los cambios que este país necesita y exige." Es decir, no sean oposición.
La crisis económica se instalaba definitivamente.
Gonzalo Rojas Sánchez
El 27 aceptó la renuncia de los tres uniformados que integraban el gabinete, para reemplazarlos por civiles de los partidos de la UP. Probablemente bajo fuerte presión del sector más duro del PS, el presidente sacó a Prats, Sepúlveda y Huerta, por lo que el nuevo ministerio quedó integrado por cuatro socialistas (todos de la facción menos violentista) tres comunistas, tres radicales, dos independientes, más un representante del fracturado MAPU, otro de la API y un tercero de la IC. Sin duda, también las propias Fuerzas Armadas se habían sentido muy incómodas con la presencia de esos tres oficiales en tareas políticas, sobre todo porque el petitorio privado que los ministros uniformados habían hecho al presidente para que, una vez satisfecho, pudiesen continuar en sus cargos, no había sido aceptado por Allende.
La que parecía una simple renovación de colaboradores, terminó siendo la ocasión para que el mandatario reconociera que las Fuerzas Armadas -a pesar de abandonar el gabinete- seguirían cumpliendo un papel importante en los esfuerzos del gobierno por aliviar la crisis económica.
¿A qué situación se refería Allende?
A la integralidad del caos financiero, productivo, comercializador y distributivo, que había provocado su propio gobierno. Aunque la situación afectaba a todos los sectores de la actividad nacional, era especialmente visible en la producción industrial y agrícola, en las actividades portuarias, en el transporte y en la distribución de alimentos.
Poco antes de tomarles juramento, el Presidente habló de "las horas difíciles" en las que habría que "superar serias dificultades económicas".
La inflación era ya uno de los principales problemas. El año 1972 había terminado con un 143%, record mundial; las industrias estatizadas habían dejado 50 mil millones de escudos en pérdidas y la cosecha de trigo había alcanzado sólo al 25% del año 1971. Un tercio del presupuesto para 1973 se destinaría sólo a importar alimentos básicos. Por eso, el 10 de enero el ministro Flores había anunciado que llegaba a Chile el racionamiento, lo que aconsejaba crear la Secretaría Nacional de Distribución y Comercialización, que asumiría por completo esas tareas respecto de los bienes de consumo esencial. Junto a ella, funcionarían los Comités de Vigilancia y las Juntas de Abastecimiento y Precios, para fiscalizar que las familias recibieran bienes según sus necesidades reales. Hay que combatir "esa sicosis de la gente de querer comprar más de lo que va a consumir", afirmaba el general Alberto Bachelet, a cargo de la Secretaría Nacional. De Moscú y La Habana, con cariño.
Con su habitual demagogia, Allende llamó el día del juramento del nuevo gabinete a los "sectores democráticos de la oposición" a entender que "la flexibilidad es necesaria para aceptar los cambios que este país necesita y exige." Es decir, no sean oposición.
La crisis económica se instalaba definitivamente.
Gonzalo Rojas Sánchez