Universitarios en vacaciones

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"Más peligroso que universitario en vacaciones": la afirmación de un buen amigo -así generalizada- es tan injusta como la del eclesiástico aquél que parece conocer los corazones por el orden de los patios.
Injusta, porque hay un grupo significativo de estudiantes de la educación superior (de un total de 800 mil) que hacen de sus vacaciones oportunidades de servicio, de trabajo, de práctica profesional y de desarrollo personal, adecuadamente equilibradas con la vida en familia, el pololeo, el descanso y la diversión.
Pero el buen amigo parece tener algo de razón, porque hay otro porcentaje, desgraciadamente mayoritario (¿serán los 2/3?) que promediando ya enero han vegetado durante los últimos 45 días sin mayor provecho (y algunos, incluso, se han animalizado). Y todavía les queda la mitad de las vacaciones, o másŠ
Sí, cuarentaicinco días, porque muchos ya estaban con los ramos terminados, las notas puestas y el curso promovido, hacia el 2 ó 3 de diciembre. Y les queda la mitad, porque no será hasta el lunes 2 de marzo que vuelvan a pisar un Campus, si es queŠ
¿Cuáles son planes de estos miles y miles? Variables, pero entre playa y mochileo, entre carrete y aventura, de la discoteque al ponceo, no varían mucho. Dependen ciertamente de sus capacidades económicas, pero debe ser desterrada la ingenuidad de pensar que alguno no logra arrimarse a una buena piscola o al ron de moda, cada semana, varios días a la semana.
Esos tipos pertenecen a la cota 0, porque estudian en Viña o Antofagasta; a la cota 100, porque están en Concepción o Valdivia; o simplemente habitan en las restantes cotas santiaguinas. Lo que importa es que consiguen, de algún modo, los morlacos para aprovechar sus 90 días de nadaquehacer.
Los responsables, en primer lugar, somos las universidades. Sí, los profesores y directivos universitarios, porque no logramos generar todas las iniciativas para tenerlos involucrados en ese lapso: Escuelas de verano, seminarios de profundización, trabajos y más trabajos solidarios. Perdón, antes que eso: ¿por qué permitimos que un porcentaje alto de ellos terminen sus tareas a comienzos de diciembre y no a finales de ese mes como era apenas 15 años atrás?
Después, deben responder las fundaciones y las corporaciones, los municipios y los partidos, los institutos culturales y las mismas empresas, cuya oferta podría ser mucho mayor en estos 90 días.
Así, subsidiariamente, le ayudaríamos a las familias a manejar uno de los problemas más serios que hoy experimentan: el estado lamentable en que muchos de sus hijos entre 18 y 25 se encuentran a finales de febrero. El que piense que se exagera, que abra los ojos en los 45 días que quedan.
Después hablamos.