Odio callejero

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Fue este lunes recién pasado. Eran las 18.40 cuando en la esquina de Pedro de Valdivia con Eleodoro Yáñez, sí, justo al costado del Caleuche, se oyó un lejano "Rojas".
Una mirada hacia atrás y nadie conocido. A los pocos pasos, esta vez más clara, una nueva llamada, algo así como "Rojasista".
Un individuo, de unos 50 años, bien educado, bien alimentado y bien vestido, acompañado de una mujer algo menor, avanza caminando mientras grita de forma ya evidente: "Rojas, fascista". Al llegar al cara a cara, pregunta: "¿Tú eres Rojas, el de El Mercurio"? Sí, yo escribo los miércoles; encantado: ¿con quién tengo el gusto de hablar? La mano queda estirada, porque el sujeto, quien da su nombre de inmediato, acota que él no saluda a los fascistas criminales.
Y de ahí en adelante no para. Durante 3 ó 4 minutos -incluso ya subido a un bus del Transantiago- gatilla sus adjetivos (sustantiva, más bien). "Criminal, manipulador, mentiroso, fascista". Animado a conversar, por ejemplo, sobre el fascismo como movimiento, se niega a todo diálogo. Su afirmación es lapidaria: "Tú eres un fascista criminal; apoyaste a Pinochet, perteneces al sector más duro de la UDI, escribes para el diario de ese otro miserable y cómplice de crímenes que esŠ". Cuando se le consulta por un posible diálogo a través del blog de Emol, arde de indignación: "Escribo todas las semanas, pero me censuran".
Y vuelve a la carga: "Manipulador, mentiroso, criminal; han pasado más de 35 años, pero ya se te va a acabar la teta, ya llegará tu hora."
Se ensaya una última posibilidad: No, no soy un fascista; eso es tan falso como que usted sea un primateŠ Pero, qué ingenuidad; la pretensión de que reaccione racionalmente está totalmente descartada. "Rojas, fascista criminal", es lo último que grita desde su bus ya en marcha.
¿Mapucista? ¿Socialista? ¿Comunista? ¿Mirista? Eso importa poco: en él estaba condensado todo el odio del siglo XX. Ahí estaban Marx y Engels, Lenin y Trotsky, Stalin y Beria, Brehznev y Andropov, Kadar y Ulbricht, Hoenecker y Ceacescu, Ho Chi Minh y Pol Pot, Guevara y Castro; por las ráfagas de sus palabras se asomaron Katyn y Kolyma, la Lubianka y Nazino, La Habana y Managua, Saigón y Phnom Penh.
Ese odio, esa irracionalidad y esa agresividad caminan también por Providencia y por Maipú; votan además en el Parlamento y se enseñan en algunas Universidades. Sí, eso que comenzó a difundirse desde el poder en 1970, eso, todavía existe en Chilito.