El ataque a los conservadores

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Se ha hecho ya frecuente, entre Carlos Ominami y su hijo Marco, referirse a sus verdaderos rivales como "los conservadores." Y les prometen lucha sin cuartel.
Gran cosa esa declaración; gran aporte esa distinción.
Por una parte, porque es el reconocimiento del auténtico adversario. Legítima felicidad debiera producir en el mundo conservador la detección que han hecho ambos Ominami: revela bien que conocen las fortalezas del conservantismo chileno y que le reconocen su irreductible capacidad de presencia pública.
Por otra, porque deja a todos los liberales en las mismas sombras a las que pertenecen los dos díscolos parlamentarios. Hay liberales genuinos en el PPD, en el PRSD y en RN; hay liberales por inversión (conversión es una linda palabra, que no debe ser utilizada aquí) en la DC y en el PS; y hay liberales bobos y neobobos en la UDI. Allá ellos, todos revueltitos.
Subsiste, eso sí, un problema. Queda aún un área rara, integrada por conservadores verdaderos pero que todavía recelan del término, aunque no de la mayoría de las iniciativas emprendidas por el sector. Estimados: va quedando poco espacio para algo diferente del conservantismo. Busquen temas, sugieran acciones, descubran personas que los representen y, no les quepa duda, sinceramente tendrán que reconocer que ustedes son conservadores.
Negar esa posibilidad o asustarse por el rótulo, los pondría en el disparadero hacia el liberalismo. ¿Están de ánimo de seguir la misma ruta de aquéllos que han hecho ese triste recorrido en los últimos años (y que hoy son comparsas de los liberales auténticos, quienes se ríen a gritos de ellos) o prefieren reconocer que llegó ya la hora de la definición, que es conservantismo o nada?