Acusar no es gratis

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Emile Zola

Cuando Emile Zola escribió su famoso "Yo acuso", dirigido al presidente de Francia, ya había una acusación formulada y un hombre condenado, Dreyfus.

Por eso no estaba mal, para nada, que Zola hubiese querido descargar su conciencia haciendo, a su vez, otras acusaciones que dirigió a diversos oficiales del ejército francés. Era la búsqueda de la justicia para un eventual inocente.

Acusar públicamente: uno de los más riesgosos comportamientos ciudadanos. Desarrollado a través de los mecanismos institucionales, ayuda a clarificar, purifica las intenciones de unos y otros y, obviamente, sirve para intentar la justicia.

Pero utilizada como fórmula de descalificación, lanzada a voleo sobre uno o más individuos, difundida con un aire de superioridad incontrastable, la acusación se convierte en arma de varios propósitos: hiere a los destinatarios directos, lanza perdigones en el tejido social y, eventualmente, se convierte en instrumento retractil contra el propio acusador.

El senador que acusa destempladamente a la intendenta, el conductor de radio que califica a la justicia militar como inicua, el presidente de partido que trata como miserables a los funcionarios de gobierno, el médico que denigra a varios obispos, el comunista que enfrenta al general que estuvo en la CNIŠ Y suma y sigue, desgraciadamente.

Un estilo de acusación que nada tiene que ver con la crítica.

La crítica enfrenta a ideas, a comportamientos y los juzga con fundamentos: abre la discusión. La acusación descalificadora, no; sólo pretende cerrar el tema a favor del que la formula.

Qué falta hace un buen registro público de acusaciones informales. Y seguirles la pista, y dejarlas en claroŠ Para que no queden como libro cerrado.
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