Lenguajes en crisis

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     Tres diálogos recientes con jóvenes muestran la necesidad de dedicar muchas energías al problema del lenguaje.
  Su crisis en Chile es transversal: cruza a todos los grupos sociales, a todas las percepciones políticas, a todos los niveles culturales, a todas las edades. Y, más grave aún, a todas las dimensiones de los lenguajes.
       Metro de Santiago. Dos alumnos de psicología de la Universidad Diego Portales, hombre y mujer, comentan sus pruebas. El lo hace fuerte y a garabato limpio. La palabra aquélla le sirve como sustantivo, adjetivo, verbo y, ciertamente, como vocativo, para dirigirse a su amiga.  Consultado respetuosamente sobre la posibilidad de que esté ofendiendo a los restantes pasajeros   -adultos mayores y niños presentes-  el individuo sostiene que ya no tenemos la pistola en la cabeza, que ahora somos libres para decir lo que queramos. Es, afirma, la historia que le han enseñado sus padres. La joven interviene entonces:  agrega que es prepotente meterse en las conversaciones de los demás, aunque se desarrollen en un lugar público.
  El lenguaje conversacional agredido; el lenguaje histórico, deformado.
  Metro de Santiago. Dos profesionales comentan asuntos de trabajo en las mismas coordenadas: tres palabras, cuatro garabatos; dos palabras, tres garabatos. Interpelado con la mirada, uno de ellos cambia la vista. Al bajarse, el otro reconoce: está mal y me avergüenza especialmente porque fui alumno suyo en Ingeniería Comercial de la Adolfo Ibáñez.
    El lenguaje universitario, recuperado.
  Casa central de la P. Universidad Católica de Chile.
        El único hombre en un grupo de cinco se dirige a las cuatro restantes alumnas a garabato limpio, mientras camina hacia la puerta de un edificio. Una de ellas lo recrimina: qué son esas palabras. El profesor que viene caminando detrás hace lo mismo.
        ¿Respuesta del individuo? El usa un lenguaje coloquial y los profesores en clase hacen lo mismo. No muestra interés alguno por conocer las razones que han movido a dos personas -en pocos segundos-  a pedirle que cambie de actitud.
        El lenguaje del alma, soberbio.
        Como éstos, los casos reales en Chile son diariamente unos 8 millones 345.621.
        Por eso, en el Consejo de Cultura de Foro Republicano, después de publicar Cuadernos 1 sobre el Concepto de cultura y Los desafíos contemporáneos de una cultura humanista, nos vamos a dedicar ahora a la integral crisis del lenguaje en Chile.
        Con palabras de aquéllas, de las que llaman a las cosas por su nombre.
Gonzalo Rojas Sánchez