Inventando un plebiscito - Columna sobre la UP-25

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      Trepidantes fueron los últimos días de agosto de 1973. Si la aceleración de los acontecimientos ya era perceptible en las semanas anteriores, desde el 28 de agosto en adelante simplemente entraron en fuga.
        Coinciden las impresiones que se agolpan en los recuerdos personales de esos momentos, con la que se obtiene ahora cuando se los revive en las fuentes documentales.
        Hay momentos así en la vida de los países. Todo parecía salirse de cauce o, más bien, una minoría gubernamental desbordaba cuanto límite existía en las instituciones y costumbres, para ser enfrentada por las fuerzas de la libertad y el orden en todos los campos que invadía la UP.
        El 28 de agosto, Allende volvió a cambiar el gabinete, por cuarta vez en el año. Ya no formaban parte del equipo ministerial los generales Prats y Ruiz Danyau, cuando el tercer comandante en jefe, el almirante Montero de la Armada, renunció también a su cargo en el gobierno.  Allende insistió en colocar a otros representantes de la FFAA en el gabinete, cuya titularidad recayó ahora en Carlos Briones. Si el anterior equipo ministerial había sido calificado por el presidente como de "seguridad nacional", esta vez Allende le encomendó al nuevo grupo de secretarios de estado la tarea de "evitar la guerra civil."
        De paso, aseguró  que no renunciaría y que el proceso de transformaciones revolucionarias que él encabezaba no sería detenido ni por el terror ni por el fascismo. Cuento repetido.
        ¿Y sobre el famoso plebiscito que supuestamente estaba estudiando para desentrabar la crisis? Ni una palabra, a pesar de la insistencia con que se ha querido colocar esa iniciativa entre los hechos que podrían haber evitado el desenlace final.
        Si el diálogo con la DC se había roto el día 2, si Allende cambiaba por segunda vez el gabinete en agosto, ¿no habría sido lógico que entre el 28 y el 11 de septiembre diese a conocer al menos la idea de un posible plebiscito que sirviera de válvula de escape? Nada hubo; es invento puro para asegurar una vez más su imagen como la de un demócrata coherente.
        Mientras tanto, en las calles, los enfrentamientos aumentaban y el paro final contra el gobierno marxista se acentuaba: estudiantes, comerciantes, mineros, transportistas, empleados, profesionales de todas las especialidades, agricultores; nadie trabajaba.
        ¿Y quién podría haberlo hecho en paz, si el gobierno que debía trabajar para la ciudadanía se dedicaba en realidad a la búsqueda de un poder total y definitivo que convirtiera a la sociedad chilena en esclava de su ideología?

Gonzalo Rojas Sánchez
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