Pablo, Pablos

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Pablo Longueira es uno de los hombres públicos con más méritos en el Chile de hoy. Lleva décadas de servicio eficaz; ha trabajado en los ambientes más adversos conquistando adhesiones duraderas; ha ganado elecciones muy difíciles y otras casi imposibles; ha predecido efectos perversos en muchas acciones, y casi siempre, ha acertado; ha enfrentado discusiones peliagudas con la fortaleza facial y moral de la que otros carecen; ha defendido sin descanso a sus pares en las circunstancias más terribles que hayan enfrentado unos senadores en la vida pública chilena; incluso, ha prestado su colaboración al adversario, cuando pensaba que el bien de Chile lo exigía. Bueno; casi todo, buenísimo.

Casi todo, porque de un tiempo a esta parte -dos años, quizás tres- el senador Longueira ha comenzado a cultivar un personalismo ajeno a sus mejores méritos. Desde sus palabras, da a veces la impresión que si algo no cuenta con su apoyo, con su timing, con su aprobación final, no vale, aunque muchos otros que también exhiben méritos rotundos, puedan tener una opinión diferente.

Es lo que ha pasado con sus recientes declaraciones sobre la elección interna en la UDI. Es una pena, porque en términos simplistas y dramáticos, Pablo Longueira deslegitima una contienda tan necesaria como normal. Es simplista, porque, dice que un grupo de parlamentarios se enfrenta al tronco; y es dramático porque, profetiza, se podrían producir efectos lamentables. Todo esto, desde una premisa: él cree conocer a la UDI mejor que nadie.

Algo no cuadra esta vez en Longueira, porque los apoyos a José Antonio Kast vienen desde importantes fundadores del partido, pasan por todas las generaciones y se extienden hasta incluir a los más jóvenes de sus dirigentes. ¿Eso no es el tronco? Por otra parte, la opción de Kast es abierta, amistosa, servicial y llena de historia. ¿Qué tiene de lamentable su presencia y su competencia? Finalmente, suponer el máximo conocimiento de una realidad tan compleja como un partido grande, ¿no revela más voluntarismo que realismo? Quizás Longueira se ha quedado hace un tiempo con una imagen algo congelada del partido que él con tanta generosidad ayudó a construir y al que otros también sirven y conocen, algunos talvez mejor.

Lavín banalizó casi todo en la UDI y hoy no hay cómo meterlo en vereda; el riesgo ahora es que Pablo Longueira lo personalice y dramatice todo. Sin duda ésa no es su intención, pero la señal que ha dado a los electores del próximo 5 de julio ha sido tan personal como dramática: o votas por Coloma o te quedas fuera del proyecto. Mala, muy mala señal para un partido que necesita con urgencia a todos los mejoresŠ y al mejor Longueira.

Sí: Pablo Longuiera tiene muchos méritos, pero no es el único. Hay otros, no muchos pero sí suficientes, que lo equiparan en entrega y convicciones. Y que fueran muchos los dotados para conducir, era justamente una de las principales características del proyecto de Jaime Guzmán. ¿Habrá que lamentar, dentro un tiempo, que también eso se haya perdido en la UDI?