Virtudes y Estilos

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      Si el trabajo es la clave de la cuestión social, como afirmaba Juan Pablo II, si es otra de las claves de la Cultura humana, es porque en su ejecución son convocadas todas las Virtudes.
        Algo ausentes en el léxico contemporáneo  -y desgraciadamente menos presentes aún en la vida de tantos-   las Virtudes, en cuanto hábitos que expresan el Bien y mueven hacia su plenitud, pueden y deben practicarse en la totalidad de las dimensiones de la Cultura humana, pero muy especialmente en el Trabajo. Sin Trabajo virtuoso, qué difícilmente habrá Virtudes en la familia, en la recreación o en la vida cívica.
        Pero, ¿se deben vivir la Virtudes siempre del mismo modo, casi como estructuras fijas? No, en la legítima diversidad de los comportamientos virtuosos aparecen los Estilos. Estilos de alegría, Estilos de sinceridad, Estilos de veracidad, Estilos para todo. Los Estilos son una legítima diversidad, un desorden posible en la Unidad de lo debido. Culturalmente, una de las mejores ventanas hacia la Belleza, hacia el Bien.

     Ahí se sostienen expresiones tan diversas como la Urbanización y la Gastronomía.

       Por una parte, entonces, con diversidad de Estilos se construye la ciudad, casa a casa, calle a calle, barrio a barrio, hacia el lado y hacia arriba. La ciudad, nuestra cama grande. Y donde hay Cultura de verdad, ¿quién no cuida de su cama?

        Y por otra, ese grato cable a tierra que se tensa dos o tres veces al día, la Gastronomía en todos sus Estilos, esos platos de comida, ricos en formas y fondos, vínculos entre Naturaleza y Familia, entre Arte y Tradición. O, a veces y desgraciadamente, simples sumatorias de ingredientes sin idea ni propósito.

  En el Trabajo -para muchos en el medio de la Ciudad-   ahí se deben cultivar las Virtudes y sus Estilos, destacando a los ojos y al paladar, la saludable Gastronomía.

Gonzalo Rojas Sánchez
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