La aplanadora

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Cuando los democratacristianos anuncian que los parlamentarios de Bachelet no pasarán la aplanadora en el próximo Congreso, da la impresión de que tuvieran ellos el control de la maquinita. ¿Se lo creen o es solo el recurso psicológico típico del hermano chico que se hace el agrandado simplemente para no desaparecer?

La aplanadora: en la DC sugieren que hay que evitar su uso hacia adelante, pero es difícil encontrar una mejor descripción de lo que ese mismo partido ha padecido en el pasado y hasta la actualidad a manos de la izquierda, de sus actuales aliados. Toda la evidencia histórica muestra que la aplanadora ha sido sistemáticamente utilizada en contra de los DC desde hace 45 años, aunque parece que todavía no se enteran.

El MAPU y la IC, esos desgarros previstos y consentidos, aplanaron la capacidad democratacristiana a finales de Frei y a comienzos de Allende, porque le quitaron buena parte de sus mejores cabezas. A los pocos meses del inicio de la Presidencia Pinochet, ya la DC había olvidado que Frei Montalva consideraba a los militares los imprescindibles cirujanos del cáncer marxista. Quince años después, la Concertación por el No neutralizó cualquier posibilidad de una DC autónoma, de centro, que fuese un verdadero eje. Después, los gobiernos de Aylwin y Frei Ruiz-Tagle maniataron cualquier renacimiento de aquella independencia que había caracterizado a la Falange, porque el pacto PS-DC obligó al partido de la flecha mucho más que a una “apertura a sinistra”, a un matrimonio con la izquierda. Y ahora, en 2013, la guinda de la torta: un eventual gobierno desde el PC a la DC deja a los democristianos definitivamente instalados en un extremo duro, que de centro ya no tendrá nada.

¿No pasó ya la aplanadora? ¿No está la DC completamente aplastada por sus tutores, por esos que hoy se hacen llamar sus socios?

Si se mira con detenimiento el programa de Bachelet, ¿qué aspecto del texto responde a un aporte sustantivo y propio de la Democracia Cristiana? Ninguno.

Los principales dirigentes del partido nos dicen que su colectividad se mueve por la justicia social. Habrá que entender, entonces, que un programa que busca legalizar tres tipos de aborto, que propone igualar las uniones homosexuales al matrimonio, que priva de libertades de enseñanza y de educación a los chilenos que buscan democracia y cristianismo en ellas, que sugiere el derecho al suicidio bajo el eufemismo de la eutanasia, ¿es un programa de justicia social?

La DC no tuvo un problema con Allende; la DC no tuvo un problema con el Gobierno militar. Esas fueron solo pataletas de superficie, peleas con el otro que no eran más que peleas consigo misma. El problema de la DC es con su propia identidad. Incapaz de percibir la diferencia entre justicia y efluvios del corazón, ha ido sistemáticamente optando por estos últimos.

Desde que la Democracia Cristiana abandonó el espíritu en la política y lo reemplazó por afectos tan sólidos como un churro con manjar, no ingresan a sus filas quienes quisieran vivir por ideales, sino quienes escogen a ese partido como una opción sentimental. Por eso, en cuanto a doctrina, las juventudes de la DC y las de los partidos de izquierda son como dos gotas de vinagre de igual densidad. En las primeras, eso sí, hay guitarras y abrazos fraternales, algo de lenguaje eclesial y de miradas vaporosas.

Hace ya más de 40 años que se les viene advirtiendo porque, al fin de cuentas, podría ser que volvieran a preferir a Maritain sobre Gramsci y Marcuse. Ingenuos los que seguimos pensando en esa rectificación. Sabios los que, por eso mismo, la abandonan. Ven que ha sido aplanada.

Encefalograma plano.


Miércoles 27 de noviembre de 2013
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