Allende, Clarín, Piñera y La Nación.
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De todos los papeles que Víctor Farías publica en "Los documentos secretos de Salvador Allende", hay uno de especial importancia por sus repercusiones hasta el día de hoy: la carta de Darío Saint-Marie (Volpone) a Allende sobre la venta forzada de Clarín en la que debió incurrir.
¿Y quién compró?, se preguntará usted. Pues justamente el mismo Allende, acompañado del financista del PC, Victor Pey.
Molesto, nos dice Farías, "Allende no pudo tolerar las moderadas y solidarias críticas del periódico izquierdista" y terminó por hacer indebidas presiones para que Saint- Marie vendiera.
Allende compraba así un diario que estaba, lo decía Clarín, firme junto al pueblo, para ponerlo firme junto al propio presidente.
Hoy no es Clarín el medio que inquieta a un presidente, sino la mismísima Nación.
Piñera nombra a su nuevo directorio (o sea, seguirá funcionando bajo administración estatal); estos caballeros a su vez, intervienen en el nombramiento y remoción casi instantánea de su nuevo director (o sea, ¿se pretendía que La Nación siguiese una línea de centro-izquierda?) y, finalmente, la vocera ratifica la voluntad gubernamental de mantener el periódico en el área pública.
¿No sería hora de desprenderse de un diario que ha estado por décadas firme junto al presidente, para ponerlo de una vez por todas en el mercado abierto de la información?
Piñera podría dar así una señal clara de cuán distinta es su concepción de la prensa de la que tenía Allende.
Gonzalo Rojas Sánchez
¿Y quién compró?, se preguntará usted. Pues justamente el mismo Allende, acompañado del financista del PC, Victor Pey.
Molesto, nos dice Farías, "Allende no pudo tolerar las moderadas y solidarias críticas del periódico izquierdista" y terminó por hacer indebidas presiones para que Saint- Marie vendiera.
Allende compraba así un diario que estaba, lo decía Clarín, firme junto al pueblo, para ponerlo firme junto al propio presidente.
Hoy no es Clarín el medio que inquieta a un presidente, sino la mismísima Nación.
Piñera nombra a su nuevo directorio (o sea, seguirá funcionando bajo administración estatal); estos caballeros a su vez, intervienen en el nombramiento y remoción casi instantánea de su nuevo director (o sea, ¿se pretendía que La Nación siguiese una línea de centro-izquierda?) y, finalmente, la vocera ratifica la voluntad gubernamental de mantener el periódico en el área pública.
¿No sería hora de desprenderse de un diario que ha estado por décadas firme junto al presidente, para ponerlo de una vez por todas en el mercado abierto de la información?
Piñera podría dar así una señal clara de cuán distinta es su concepción de la prensa de la que tenía Allende.
Gonzalo Rojas Sánchez