El juego entre abuelos y nietos

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       Aunque lograse restaurarse poco a poco la relación padre-hijo, entre medio, en el tiempo que tome esa tarea, otro vínculo ayudará en subsidio, en complemento. Es la relación abuelos-nietos.
       El juego y el consejo pueden ser sus dos dimensiones más importantes.
       Primero lo lúdico, porque en ambos extremos de la relación hay capacidad y voluntad de jugar. El niño, el nieto, porque despliega la imaginación mediante la aventura insustancial del ganar y del perder, y el anciano, el abuelo, porque aliviana penas y soledades con el reingreso al mundo de la fantasía lúdica. Nadie como los abuelos y los nietos para jugar entre ellos, muy en serio, muy como compinches, incluso en la cómica dimensión de las trampas mutuamente toleradas.
       Y el consejo. Ese oráculo desde el monte de la experiencia que el anciano (aunque a veces sólo tenga apenas algo más de 50 años de edad) puede y debe pronunciar, porque el nieto ha acudido a él saltándose las barreras y los obstáculos que quizás ha percibido en sus padres. Consejo breve, ágil, que impulsa, en el que se evita un largo fundamento teórico y que se apoya más bien en un sucedido similar de la propia vida pasada (que bien puede ser inventado, ¿porqué no?). Consejo sin exigencias de rendición de cuentas, consejo a fondo perdido. A nieto ganado.
       Y, a su vez, nietos que, por haber sido precisamente ganados para el amor, sabrán dedicar cariños y atención a esos abuelos que nunca más, en sociedad cristiana alguna, quedarán abandonados a la suerte de unos cuidados caritativos, pero desprovistos del vínculo familiar.
       Será en esas dos relaciones recuperadas -padres-hijos, abuelos- nietos-  que encontrarán los jóvenes la experiencia más fecunda para que se vuelva a practicar la enriquecedora relación de amistad. De ella hablaremos otro día.

Gonzalo Rojas Sánchez