El líder que falta

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Debe tener entre 40 y 50 años.

Su formación debe incluir estudios humanísticos serios en Filosofía, Historia y Literatura.

¿Un doctorado?

No, simplemente las letras que lo habiliten para expresarse bien y para contar historias razonables e imaginativas. Porque, al hablar, se le debe exigir que module, que conozca las partes de la oración, que use la sintaxis castellana y que utilice bien los adjetivos, los que dan vida o matan. Por cierto, debe suprimir los garabatos de su léxico.

Y el sentido histórico que le facilite el conocimiento de los errores de siempre y de las mejores soluciones, pero sobre todo, la sintonía con los grandes de la Historia nacional, con Manuel Montt, Manuel José Yrarrázaval y Jaime Guzmán, por ejemplo.

Y en el fondo, la antropología filosófica que le permita distinguir  -gran cosa es hoy- entre personas y cosas, entre alguien y algo. Y desde esa elemental base, proponer soluciones humanas, simplemente humanas.

Algo de Economía y de tecnología, pero en dosis moderadas, también le ayudará.

Si conoce el derecho vigente, mejor; y si se ha movido en el aparato estatal, magnífico; y si ha trabajado en ONGs o en enseñanza, excelente.

Hombre o mujer de familia, de hábitos ordenados en la comida y en la bebida, de sentido deportivo en el esfuerzo por mejorar su virtudes, con defectos evidentes que reconoce y que se esfuerza por superar.

Decidido, recio, cuero de elefante, independiente de las encuestas, dialogante, respetuoso, pero decidido, recioŠ

Ojalá tenga una moderada simpatía, nada especial, nada que lo lleve a  la farándula.

¿Creyente? Bueno, en realidad, todos los somos. O sea, creyente en la Verdad, que es lo que importa.

¿Inteligencia? Más cerca de la bondad que de la superexcelencia, porque esta última suele cegar.

Es el líder que hay que encontrar. Como probablemente hoy no existe, hay que comenzar a formarlo, ahora, ya, de entre quienes tienen este 2011 entre 20 y 30 años.

Si conoce a alguien

Gonzalo Rojas Sánchez