El insulto por el odio - Columna sobre la UP-7

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        El lenguaje escrito y oral revelaba ya en abril de 1973, cuánto odio se iba acumulando  -y haciendo erupción-   en los medios de prensa de la UP y de la izquierda extraparlamentaria.
        Puro Chile, al conceder su premio, el Huevo de oro del día 10, calificaba a Jaime Guzmán como el "cara de gusano de manzana", a Jorge Navarrete (DC) como "el tontito de las monjas" y a Jaime Celedón como "el tránsfuga." A todos esos panelistas de A esta hora se improvisa, se los describía como portadores de "sonrisas estúpidas".
        Algo más de una semana después, el 19, Las Noticias de Última Hora repetían su encantador editorial de día atrás, titulado "Traidores y carajos". La referencia era a la Democracia Cristiana, a cuyos miembros calificaba el texto de "felones", "traidores a la Patria", "mediocres lameculos de la burguesía" (en concreto, R. Fuentealba, J. Hamilton, A. Zaldívar y R. Moreno), "aves de rapiña insaciables", "proxenetas de los capitalistas pagados a tanto por sesión", "pinganillas baratos", "putas, simplemente putas", "cristianos marcados por crímenes horribles", "vendedores de su alma" (en concreto, E. Frei, y J. D. Carmona), "desparramadores de inmundicia y carroña", "generadores del odio, el temor y el miedo", "cobardes".  Sencillito el lenguaje. De paso, para el periódico, los militantes del Partido nacional eran simplemente "los nazis".
        Al día siguiente el turno del Huevo de oro correspondió en Puro Chile al senador nacional Francisco Bulnes Sanfuentes. Como introducción, el diario izquierdista calificaba a los empresarios como "pillos, sinvergüenzas, miserables" y, sin hacer una vinculación explícita, le otorgaba el premio al senador nacional por ser "más pesado que collar de melones, pedante, mandador de parte suficiente y garnachero", "recadero" hacia el Congreso de los intereses de sus empresas, además de "viejo ridículo que se siente trascendental."
        A su vez, Punto Final del MIR, se refería a los miembros del Poder Judicial, el 24 de abril, calificándolos como "siervos amaestrados de la burguesía", "representantes de un falso poder", "agencia de los capitalistas", autores de "maniobras antirrevolucionarias".
        ¿Quiénes se encargaban de estrujar el diccionario en busca de tanto epíteto, de tanto sustantivo y adjetivo descalificador? Algunos eran reconocidos periodistas, que ciertamente después se autocalificarán como víctimas de represión. Otros, políticos con tiempo libre para insultar y denigrar.  Argumentarán a su favor, hasta hoy, del mismo modo.
        Desde la campaña presidencial de 1970, todos los límites en el uso del lenguaje habían sido rebasados. En abril de 1973 era sólo cuestión de dejar fluir los desechos del alma. Y los tristes ejemplos, semana a semana, se amontonaban por decenas.


Gonzalo Rojas Sánchez