Allende contra El Mercurio - Columna sobre la UP-8

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Allende contra El Mercurio

        Habíamos dejado al presidente Allende el 23 de abril de 1973 en el ministerio de Obras públicas, tratando de convencer a los ultras del MIR y del PC Bandera Roja que lo habían ocupado, para que lo desalojaran. Pero, como era su costumbre, en esa oportunidad, habló de más.
        En efecto, sus palabras sobre la violencia y El Mercurio fueron convenientemente registradas por trabajadores de la DC ahí presentes.
        Así lo dieron a conocer al día siguiente en declaración publicada en La Segunda, afirmando que Allende habría incitado a los trabajadores a que "las energías y fuerzas revolucionarias las emplearan en la destrucción del diario El Mercurio y el Parlamento." El contraste llegó de inmediato de parte del subsecretario del ramo, Juan Facuse, quien aseguró que Allende se había referido a El Mercurio y al Congreso para hacerle ver a los trabajadores que tampoco aceptaría que se los tomaran.
        Vaya.
        Si se recuerda que dos meses antes, en el Estadio Nacional, Allende había dicho: "¡Yo reclamo, pido, exijo que la Unidad Popular se presente combativa y combatiente! ¡Tenemos una obligación histórica y los partidos y los trabajadores deben responder a este mandato!", no parecen contradictorias las afirmaciones denunciadas con el clima que él mismo venía creando.
        En todo caso, al mandatario no le bastó que su subsecretario saliera en defensa de la versión oficial, sino que el propio Allende escribió a El Mercurio, exigiendo que La Segunda desmintiera el mismo 25 de abril lo difundido el día anterior. Allende no se reservó calificativos: sostuvo que la información era falsa, que violaba todas las normas que rigen la ética periodística, que era en  extremo grave, una tergiversación consciente, una infamia y una acción canallesca. Insistió en que La Segunda venía siendo reiteradamente grosera hacia su persona
        ¿Qué había dicho verdaderamente Allende en el ministerio? Misterio.
        Está claro eso sí, que con su carta pretendía poner término al incidente, pero de paso reconocía que había afirmado que "para muchos podría ser grato clausurar El Mercurio, pero que tampoco lo haría, porque las leyes le consagran su derecho de expresión."
        El conjunto de acciones y amenazas que habían sufrido en los dos últimos años los diarios de la empresa El Mercurio estaban presentes en la memoria de los chilenos, quienes entendían perfectamente lo grato que le resultaba a Allende su eventual desaparición. Con su carta -negando lo afirmado, pero afirmando lo negado- había dado un paso intimidatorio más.

Gonzalo Rojas Sánchez