Entre el odio y la paz - Columna sobre la UP-15

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        El mismo día en que el Comité permanente del Episcopado, 11 de junio de 1973, llamaba a la reconciliación,  porque "tal vez nunca en su historia ha sentido nuestra Iglesia chilena tan en carne viva la necesidad de reconciliación", los Comités Centrales de las Juventudes comunistas y socialistas publicaban su manifiesto "A defender el Gobierno; el pueblo a la ofensiva para aplastar la contrarrevolución."
        Los jóvenes políticos coincidían con los obispos en el diagnóstico inicial: "Chile vive un momento crucial de su historia", afirmaban los marxistas. Pero mientras los pastores sostenían que "el odio entre hermanos   -es decir el pecado en su más directa y brutal desnudez-   se proclama hoy, de diversas maneras, por método y principio, como el único camino capaz de conducirnos a una sociedad más justa", los comunistas y socialistas promovían exactamente ese motor maligno e imprescindible en toda revolución. Afirmaban, en efecto, que había llegado el momento de "poner en tensión todas las fuerzas del pueblo para cerrar el paso a los provocadores, desbaratando a todo trance las maniobras golpistas que buscan la guerra civil", porque  "la movilización combativa de las masas es el arma más poderosa para detener la escalada reaccionaria."
        En otros párrafos de su declaración, los jóvenes marxistas usaban conceptos como "poner fuera de la ley", "allanar" "detener", "luchar", "aplastar", "imponer el orden enérgicamente", "derrotar", "exigir castigo", "clausurar", "desbaratar". Y los objetos de sus sugerencias eran, por cierto, "el fascismo", "los promotores del caos", "los voceros de la antipatria", "los aventureros que buscan la guerra civil", "los voceros sediciosos", "el freísmo", "la oposición conservadora", "la burguesía", "las trincheras derechistas."
        En la vereda del frente, los obispos afirmaban: "Nos urge liberar a Chile cuanto antes de este torbellino fratricida; no será el aplastamiento ni la eliminación de un bando por otro lo que nos traerá la paz y la reconciliación."
        El odio no había alcanzado aún su paroxismo, pero ya era claramente percibido como el gran obstáculo para la paz por quienes podían advertir con autoridad sobre la gravedad de su cultivo.
        Reconciliación: será la palabra utilizada durante los siguientes cuarenta años para llamar la atención sobre nuestro conflicto de los sesenta y los setenta. Reconciliación: era y seguirá siendo imposible, mientras no depongan el odio quienes lo han cultivado con tanta convicción.

Gonzalo Rojas Sánchez
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