Gobiernos que crean problemas
Posted by Blogger on 11:41 AM
Miércoles 18 de diciembre de 2013
Se piensa que los gobiernos y los parlamentos deben solucionarle los
problemas a la gente. Aunque eso es erróneo, porque su verdadera tarea
es crear las condiciones para que cada uno busque con dignidad,
autonomía y sociabilidad sus propias soluciones, la equivocación permite
que se pueda descubrir una especie muy curiosa y reiterada en el
tiempo: los gobiernos que buscan crearles problemas a las personas. Así
será el segundo período Bachelet.
Cerca de 3 millones y medio de ciudadanos nos han puesto a los casi 14 millones restantes —y se han colocado también a sí mismos— en condiciones muy lamentables: desde marzo habrá un gobierno y un Congreso que se dedicarán a crearles problemas a los chilenos.
En nuestro país, los males reales son muchos, pero hay una enorme posibilidad de inventarse otros problemas, porque la sensibilidad para el drama está disponible.
¿Qué lleva a los políticos de izquierda al escenario de la ficción creativa, mientras olvidan o postergan los problemas reales? Muchas razones avalan su proceder.
El gobierno Bachelet nos creará múltiples problemas porque, por una parte, cree que lo que hoy funciona bastante bien, está mal. Por otra, porque necesita que grupos importantes de personas se hagan dependientes de su gestión, ya que les ofrecerán aparentes soluciones. En tercer lugar, porque la diversidad de los partidos que le darán su apoyo hará que sea necesario generar problemas solucionables para unos y para otros, aunque las fórmulas resulten contradictorias entre sí. Además, porque así se hace crecer indefinidamente la burocracia estatal supuestamente apta para buscar esas soluciones. Se suma a lo anterior el que, con esos problemas inventados, se logrará desviar la atención de las crisis reales. Y, finalmente, porque cuando se imagina un problema, quizás ya se sabe de antemano la solución: se gana en prestigio, por fatuo que sea ese apoyo.
El abanico de posibilidades para generar problemas es tan amplio como la vida misma y casi todas esas opciones están contempladas en el programa Bachelet.
En lo institucional, el empeño por derribar todo lo que ha significado equilibrio y estabilidad: Constitución moderadora, dos bloques en el Congreso, Tribunal Constitucional independiente.
En lo educacional, un febril empuje por convertir un sistema mediocre en un sistema perverso: no podrás enseñar ni elegir cómo educar a tus hijos, no te empeñarás en alcanzar metas, te enseñarán una verdad estatal.
En lo laboral, si creas riqueza, serás sospechoso de abuso; si eres asalariado, se presumirá que te explotan: la reedición de la lucha de clases, sin diferenciar entre las situaciones gravemente injustas y tantos ámbitos claramente beneficiosos.
En lo familiar, dale con disolver lo poco que queda, sin el más mínimo sentido realista: hacen falta dos, hombre y mujer, para que los que nazcan crezcan armónicamente, pero se insistirá en que eso es fundamentalismo.
En los cultos, cuando hoy cada uno cree y reza como le parece, o pasa por la vida sin referencia alguna al Creador, se sembrará la discordia entre los creyentes muy mayoritarios y los no creyentes, solo para contar con el parecer favorable de estos últimos.
En la salud, aunque los especialistas se tomen la cabeza a dos manos, se propondrán despenalizaciones de ciertas drogas. Y así, de paso, se crearán graves problemas de seguridad, porque nunca han sido los narcos gentes que se conformen con nuevos espacios para sus negocios.
La máxima socialista es clara: si los problemas de una sociedad son abordables con sentido común y buenos conocimientos, vamos mal. Invente otros, cambie el escenario.
Cerca de 3 millones y medio de ciudadanos nos han puesto a los casi 14 millones restantes —y se han colocado también a sí mismos— en condiciones muy lamentables: desde marzo habrá un gobierno y un Congreso que se dedicarán a crearles problemas a los chilenos.
En nuestro país, los males reales son muchos, pero hay una enorme posibilidad de inventarse otros problemas, porque la sensibilidad para el drama está disponible.
¿Qué lleva a los políticos de izquierda al escenario de la ficción creativa, mientras olvidan o postergan los problemas reales? Muchas razones avalan su proceder.
El gobierno Bachelet nos creará múltiples problemas porque, por una parte, cree que lo que hoy funciona bastante bien, está mal. Por otra, porque necesita que grupos importantes de personas se hagan dependientes de su gestión, ya que les ofrecerán aparentes soluciones. En tercer lugar, porque la diversidad de los partidos que le darán su apoyo hará que sea necesario generar problemas solucionables para unos y para otros, aunque las fórmulas resulten contradictorias entre sí. Además, porque así se hace crecer indefinidamente la burocracia estatal supuestamente apta para buscar esas soluciones. Se suma a lo anterior el que, con esos problemas inventados, se logrará desviar la atención de las crisis reales. Y, finalmente, porque cuando se imagina un problema, quizás ya se sabe de antemano la solución: se gana en prestigio, por fatuo que sea ese apoyo.
El abanico de posibilidades para generar problemas es tan amplio como la vida misma y casi todas esas opciones están contempladas en el programa Bachelet.
En lo institucional, el empeño por derribar todo lo que ha significado equilibrio y estabilidad: Constitución moderadora, dos bloques en el Congreso, Tribunal Constitucional independiente.
En lo educacional, un febril empuje por convertir un sistema mediocre en un sistema perverso: no podrás enseñar ni elegir cómo educar a tus hijos, no te empeñarás en alcanzar metas, te enseñarán una verdad estatal.
En lo laboral, si creas riqueza, serás sospechoso de abuso; si eres asalariado, se presumirá que te explotan: la reedición de la lucha de clases, sin diferenciar entre las situaciones gravemente injustas y tantos ámbitos claramente beneficiosos.
En lo familiar, dale con disolver lo poco que queda, sin el más mínimo sentido realista: hacen falta dos, hombre y mujer, para que los que nazcan crezcan armónicamente, pero se insistirá en que eso es fundamentalismo.
En los cultos, cuando hoy cada uno cree y reza como le parece, o pasa por la vida sin referencia alguna al Creador, se sembrará la discordia entre los creyentes muy mayoritarios y los no creyentes, solo para contar con el parecer favorable de estos últimos.
En la salud, aunque los especialistas se tomen la cabeza a dos manos, se propondrán despenalizaciones de ciertas drogas. Y así, de paso, se crearán graves problemas de seguridad, porque nunca han sido los narcos gentes que se conformen con nuevos espacios para sus negocios.
La máxima socialista es clara: si los problemas de una sociedad son abordables con sentido común y buenos conocimientos, vamos mal. Invente otros, cambie el escenario.